Jesucristo
«Jesús fue enviado por la Asamblea Angélica para enseñar el significado del perdón, la compasión y la revelación respecto al Espíritu Santo, el cual en el Nuevo Mensaje es llamado el Conocimiento.
Todas las grandes declaraciones de Jesús son el Espíritu Santo hablando a través de él, porque nadie llega a Dios sino a través del poder y la presencia del Conocimiento, el Conocimiento que Dios ha puesto dentro de cada persona.»[1]
«Nadie en la Tierra puede proclamar que Jesús es el único camino hacia Dios cuando Dios ha creado otras vías. ¿Quién eres tú para decir esas cosas? Esto es incomprensión y confusión. Esto es tratar de poner tus creencias por encima y más allá de las creencias de los demás, haciendo a tu maestro, a tu representante, el más grande o el único a seguir. Esta no es la Voluntad del Cielo. Esta es la ignorancia de la humanidad.»[2]
Su contribución a la humanidad
«La enseñanza de la compasión, el perdón y la devoción y el ejemplo de Jesús sirven todos para unir a la gente a través de estas grandes y difíciles brechas de la separación. El logro de Jesús, entonces, fue ayudar a marcar el comienzo de la era de la civilización. La civilización en esta época es distinta de las civilizaciones anteriores, que fueron principalmente civilizaciones tribales.»[3]
«Jesús no es un redentor. Él apunta hacia la redención, hacia el poder del Espíritu Santo, el cual no es un Espíritu que visita a las personas periódicamente, sino el poder y presencia que vive dentro de cada una de ellas en este momento, esperando a ser descubierto.
Esta fue su mayor contribución a la humanidad —esto y el énfasis en el amor de Dios por la Creación— para reparar y remplazar los Antiguos Testamentos que hablaban de un Dios enojado y vengativo, que recompensaba a aquellos que creían y castigaba a aquellos que no.»[4]
Referencias
- ↑ El Tiempo de la Revelación: Jesús y el Nuevo Mensaje de Dios
- ↑ El Nuevo Mensajero, Capítulo 1: La Voluntad del Cielo
- ↑ Espiritualidad de la Comunidad Mayor, Capítulo 26: ¿Quién es Jesús?
- ↑ La Religión Pura, Capítulo 13: El Redentor